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lunes, 4 de agosto de 2014

Los Miedos y las fobias infantiles

Normalmente entre los 9 y los 12 años el miedo a la oscuridad y a los seres imaginarios disminuye, y comienzan a tener temor por sucesos relacionados con el colegio (las calificaciones), con la aceptación social (integración en el grupo de iguales, aspecto físico) a la soledad, a la enfermedad y a la muerte. Por ello, podemos pensar que si este tipo de miedos persiste, se trata de un miedo desadaptativo.

Cuando los miedos son más severos, persistentes y alteran significativamente el funcionamiento del niño en su entorno familiar, escolar o social, podemos encontrarnos con trastornos que ya no formarían parte del ciclo evolutivo “normal” sino que deberían ser objeto de tratamiento especializado.

Para comenzar a superar el miedo a la oscuridad es muy importante el ambiente de su habitación, ya que debe ser lo más agradable posible. Así aumenta la probabilidad de que descanse de manera plácida y sin respuestas emocionales negativas. Entre ellas tenemos:

  • Luz: se retirarán estímulos externos como luminosidad para ir disminuyendo el grado de activación del niño. Si el niño no quiere que se le apague la luz, se irá reduciendo de manera progresiva la intensidad a través de un regulador eléctrico, también a través del grado de abertura de la puerta de la habitación para que le llegue la luz del pasillo o con un piloto de luz en una esquina de la habitación. Todas estas ayudas las iremos retirando. 
  • Ruido: los ruidos elevados o cambios bruscos interfieren en el sueño, pero tampoco es beneficioso que haya silencio absoluto. Que los niños oigan a sus padres de fondo por la casa les tranquiliza, al igual que los ruidos monótonos como la radio, un motor, una conversación etc. 
  • Condiciones climáticas: mucho calor en la habitación dificulta el sueño, por lo que debe estar bien ventilada y a una temperatura adecuada (entre 18 y 20 grados). 
  • Decoración: los colores claros facilitan el sueño. 
A parte de todo esto, existen unas rutinas que promueven la adquisición de buenos hábitos a la hora de dormir y que pasamos a explicar ahora. Además, el niño no debe tener hambre o sed, ni cansancio excesivo, ni ganas de orinar etc. Hasta los más grandes deben tener su hora de acostarse, y esto es así por una serie de razones:

Los niños sienten seguridad en la rutina, les gusta la seguridad de lo habitual y es importante disponer de ciertos objetos con los que pueden contar (su mantita, su peluche), además de ciertas actividades (besar a todos antes de irse a dormir). Tanto los rituales como los detalles reconfortantes de seguridad les sirven para separarse de los seres queridos y pasar la noche en su habitación a solas.

Es importante que los padres no se rían ni se burlen de los hábitos del niño, pero tampoco que dichos hábitos sean interminables, es decir, se ha de limitar el número de juguetes que el niño se lleva a la cama por ejemplo. Algunos niños alargan esto demasiado, lo que comporta 15 minutos adicionales para conseguir que, por fin, se vayan a la cama. Si el niño se sale con la suya, será preciso aplicar consecuencias negativas: pérdida de privilegios al día siguiente o acostarse más temprano la próxima noche.

Unos hábitos nocturnos regulares conseguirán que el niño sepa que el momento de acostarse se acerca y que ha llegado el momento de parar. Se puede seguir esta guía para establecer una rutina nocturna:
  • Mantener al niño calmado: Los juegos de peleas o los juegos muy activos inmediatamente antes de irse a la cama, no preparan al niño para dormir. Media hora antes de acostarse, el niño debe encontrarse relajado para cuando llegue el momento. Más que una guerra de almohadas o un juego de pelota, serán unas costumbres sosegadas como resolver rompecabezas, colorear etc. Luego puede tomarse un vasito de leche, (nunca bebidas con gas o cafeína). Y en el baño realizar la higiene habitual (cepillar los dientes, orinar, ducharse, ponerse el pijama, etc.) 
  • Simplificar: Tener en cuenta el horario de la familia y las preferencias del niño, es decir, no comenzar con normas que después no se van a seguir. La rutina de acostarse debe proporcionar una sensación de seguridad cálida, un final del día confortable. Se discutirán por encima las incidencias del día que termina y se planearán cosas para el día siguiente. Preparar sus ropas para el día siguiente, junto a los libros, será de utilidad para niños más crecidos, como en nuestro caso.
  • El niño debe saber cuándo empieza la rutina del momento de acostarse. Esto puede ser tan simple como decir “el momento de irse a la cama es el momento en que termina tal programa de televisión”. O se pueden utilizar señales visuales (dibujar un reloj con las manecillas señalando el momento de acostarse y colocarlo cerca del reloj real, así cuando coincidan las agujas, el niño sabe que es el momento de irse a la dormir)
  • Hacerlo especial. Lo ideal sería que el momento de acostarse fuera cálido y acogedor. Tanto para los padres como para el niño es un momento de calor y de seguridad. A muchos niños les encanta escuchar una y otra vez el mismo cuento antes de irse a la cama. A otros les complace escuchar cuentos inventados, mientras que a otros les divierten las canciones infantiles.
  • No hay que pensar que los niños algo mayores no necesitan estos hábitos. Incluso a los preadolescentes les encanta que les lean o bien les gusta utilizar estos momentos para charlar de algo importante. El momento de acostarse es una excelente oportunidad para los padres de acercarse a sus hijos. Algunos niños adquieren el hábito de leer, otros escriben su diario o planifican el día siguiente, otros hacen ejercicios de relajación.
  • Se ha de ser flexible, pero también se ha de saber cómo terminar las costumbres rituales, de no ser así la rutina nocturna puede convertirse en algo cansado o interminable. Los padres no deben permitir evasivas por parte del niño, ni dejarse convencer.
También existen una serie de juegos que ayudan a superar el miedo a la oscuridad de una manera mucho más lúdica:
  • La gallina ciega: en este juego están los padres con el niño en una habitación con la luz encendida, para empezar es uno de los padres quien se venda los ojos y comienza a buscar al niño hasta que lo encuentra. Luego es el otro progenitor el que se venda los ojos. Una vez ya hayan jugado los padres, le toca al niño ponerse la venda, al principio los padres se dejan alcanzar en seguida, pero luego van aumentando el tiempo en el que el pequeño tarda en atraparles. 
  • Sorpresas en la oscuridad: los padres colocan un regalo envuelto en papel muy llamativo, dentro del dormitorio del niño que está a oscuras. En un principio el regalo lo colocan en un lugar de fácil acceso, y poco a poco se va dificultando la búsqueda. El niño tiene que encontrar el regalo con la luz apagada, tiene que cogerlo y abrirlo fuera de la habitación. 
  • Adivinanza de objetos: los padres se encuentran con el niño en la habitación a oscuras, los padres le van dando objetos al niño y éste tiene que adivinar de qué se trata a través del tacto, olor y gusto. En un principio los objetos son fáciles de identificar y luego se van complicando. Hay que alabar sus aciertos. 
  • Animales amigos: en este juego el niño se encuentra acostado en su cama con la luz apagada, sus padres están fuera. Éstos le van haciendo sonidos de animales que el pequeño debe adivinar, al principio son sonidos fáciles de identificar, luego se van complicando. No se deben utilizar sonidos de animales que atemoricen al niño. Poco a poco el tiempo entre un sonido y otro se va alargando. 
  • Sombras: todos los miembros de la familia se divierten en la habitación a oscuras con un solo punto de luz y realizando sombras en la pared con los dedos. 
Gracias a estos juegos se desmitifica la oscuridad como tal y el niño se familiariza con la ausencia de luz.

Hay una serie de consejos muy útiles dirigido a los padres:
  • En el caso de que los padres valoren que su hijo tiene miedo y está muy asustado, no se debe menospreciar la situación, al contrario, se debe hablar con el niño, demostrarle cariño y comprensión e intentando identificar qué es lo que le produce miedo y hablando de ello. 
  • Es muy positivo que el niño se sienta escuchado sin sentirse avergonzado o regañado por parte de sus padres. Además debemos transmitirle seguridad y confianza, todo en un tono relajado. 
  • No debemos sobreprotegerle, sino alentarle a que se enfrente a sus temores de manera gradual, elogiando sus avances y sin presionarlo. Es decir, debemos fomentar su autoestima y autonomía. 
  • También podemos enseñarle a contrarrestar la ansiedad (escuchando música, con ejercicios de relajación, masajes etc.) 
  • Si el niño se muestra con muy temeroso durante la noche y llama a sus padres, éstos pueden acudir para tranquilizarle, pero siempre con la luz apagada, sólo podrán encenderla cuando el niño esté calmado. 
  • Los niños deben ver en los padres un modelo a seguir, por lo que éstos no deben comentarle sus angustias. Hay que tener en cuenta que el modelado, por parte de los padres, son los patrones que el niño interioriza (padres excesivamente preocupados pueden ser un mal modelo y aumentar la tensión). 
  • Una buena forma de quitarle hierro al asunto es utilizando el humor (mediante dibujos y bromas). 
  • No hay que ignorar el miedo del pequeño ni menospreciarlo, pero tampoco hay que reaccionar de manera exagerada. 
  • No hay que evitarle los objetos y hechos que teme, ya que con esto sólo conseguiremos que supere el miedo de manera momentánea, no definitiva. 
  • No debemos mentir al niño, sino explicarle las cosas de una forma sencilla y que pueda entender. 
  • No debemos forzar al niño a efectuar aquellas conductas que teme. Hay que trazar un plan de forma que podemos crear aproximaciones sucesivas. Por ejemplo, en nuestro caso del niño que teme a la oscuridad, no podemos pretender que lo supere inmediatamente por mucho que se lo razonemos. Hay que crear una gradación de situaciones (por ejemplo diferentes habitaciones con distintos grados de iluminación hasta llegar a la oscuridad total) para que el niño vaya progresando. 
  • Evitar siempre ridiculizar al niño por sus miedos, en especial, delante de sus compañeros. No reírse de él, no castigar ni sermonear. La atención debe estar dirigida a las posibles soluciones no a las consecuencias punitivas. 
  • Evitar el visionado de películas, juegos o actividades que comporten violencia, miedo o terror. Procurar que las personas de su entorno no lancen mensajes amenazadores. 
  • No se trata de aislar o sobreproteger al niño. Hasta cierto punto el niño debe ir integrando las diferentes emociones y el miedo forma parte natural de nuestra vida desde el inicio. No obstante, siempre será de gran ayuda que estas emociones estén reguladas por el consejo y el acompañamiento de los padres.
Texto redactado por:
María Jesús Meneses Delgado
Perenquén GPI

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