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sábado, 26 de julio de 2014

Pesadillas en la infancia

Se trata de uno de los trastornos más frecuentes en la infancia. Se define como un sueño largo muy elaborado, con riqueza de detalles y que provoca en el niño una fuerte sensación de ansiedad, miedo o terror. El contenido de los mismos es muy variado pero siempre existe un componente de peligro para la integridad física del niño. Por lo general no hacen referencia a situaciones reales (salvo en aquellos niños que han sufrido situaciones traumáticas). El episodio suele terminar con el despertar del niño, volviendo éste a un estado de plena alerta y con la sensación de miedo o ansiedad todavía presente.
Aunque las pesadillas no suelen suponer un riesgo, por sí mismas, para la salud del niño, sí que pueden producir un cierto temor a dormir, en especial, si éstas son frecuentes. Es en estos casos cuando se puede alterar el patrón de sueño y aparecer secundariamente la somnolencia excesiva, irritabilidad, ansiedad, etc. Es decir, se asocian a insomnio y a otras parasomnnias.
Las pesadillas suelen aparecer en la fase REM y con mayor frecuencia en la segunda mitad de la noche. Respecto a sus orígenes se han asociado con agentes externos que han provocado inquietud en el niño. A medida que disminuyen las causas que lo han producido, irán desapareciendo. No suelen existir trastornos psicológicos asociados a las pesadillas sino que normalmente tienen relación con fases específicas del desarrollo emocional.

Cuando son muy frecuentes, sí que se ha asociado a niños con un perfil de inseguridad por algún motivo familiar, escolar u otro. Son también habituales en niños que han estado separados de sus madres durante un largo periodo de tiempo o si son hospitalizados.

Según el DSM-IV, la prevalencia oscila entre un 10-50% en niños de 3 a 5 años. El primer episodio suele aparecer por primera vez entre los 3 y 6 años. Normalmente estos episodios se superan con la edad y no necesitan ningún tipo de intervención psicológica.

Como factores predisponentes se pueden destacar: fiebre, estrés emocional, rebote de sueño REM por retirada de barbitúricos, ß-bloqueantes, alcohol, y tras la administración de fármacos dopaminérgicos, reserpina y a-metildopa.

Las situaciones de estrés y los episodios traumáticos, aumentan su frecuencia y severidad. En el tratamiento de este problema se utilizan técnicas de relajación y enfrentamiento al contenido de la pesadilla, remitiendo el problema en un corto espacio de tiempo.

Son fenómenos parecidos a los terrores nocturnos aunque se diferencian de éstos por dos hechos concretos: se producen en la segunda mitad de la noche, en la fase REM y el niño explica claramente que es lo que ha soñado y le ha despertado. Normalmente relata hechos angustiosos relacionados con miedo, animales que lo atacan o conflictos con otros niños.

Por lo general los episodios duran unas semanas y están relacionados con algún acontecimiento externo que ha causado inquietud en el niño. A medida que disminuye la ansiedad diurna los episodios también disminuyen en intensidad y frecuencia. Los padres deben intentar calmar al niño, que estará despierto y plenamente consciente, tratando de restar importancia a lo soñado. Remiten espontáneamente antes de la adolescencia. Si persistieran debería descartarse la presencia de psicopatología.


Criterios para el diagnóstico de Pesadillas:

  • Despertares repetidos durante el período de sueño mayor o en las siestas diurnas, provocados por sueños extremadamente terroríficos y prolongados que dejan recuerdos vívidos, y cuyo contenido suele centrarse en amenazas para la propia supervivencia, seguridad o autoestima. Los despertares suelen ocurrir durante la segunda mitad del período de sueño.
  • Al despertarse del sueño terrorífico, la persona recupera rápidamente el estado orientado y despierto (a diferencia de la confusión y desorientación que caracterizan los terrores nocturnos y algunas formas de epilepsia).
  • Las pesadillas, o la alteración del sueño determinada por los continuos despertares, provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.
  • Las pesadillas no aparecen exclusivamente en el transcurso de otro trastorno mental (p. ej., delirium, trastorno por estrés postraumático) y no se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej., drogas, fármacos) o de una enfermedad médica.

Diagnóstico diferencial de las parasomnias: Pesadillas
  • Terrores Nocturnos 
  • Síndrome de Apnea Obstructiva del Sueño
  • Narcolepsia 
  • Trastorno de pánico 
  • Pesadillas inducidas por fármacos (antidepresivos, cafeína…)
El diagnóstico diferencial se realiza sobre todo con los terrores nocturnos, que es otra parasomnia dentro de los Trastornos del Sueño. Normalmente no constituyen trastornos importantes pero sí que pueden ser objeto de asesoramiento o intervención psicológica por los efectos secundarios que pueden producir en el niño (miedo a dormirse, a la noche, a conciliar el sueño sólo, irritabilidad, ansiedad, etc.).
Diferencia entre pesadillas y terrores nocturnos.


PESADILLAS
TERRORES NOCTURNOS
Normalmente el niño se despierta durante el episodio y recuerda el contenido del sueño. Existe contacto con la realidad.
A pesar de que puede incorporarse de la cama e incluso llorar o gritar, resulta muy difícil despertarle. No recordará nada. Ni existe contacto con la realidad.
Los contenidos del sueño recordados son muy elaborados.
Contenidos inexistentes o muy vagos del episodio.
Durante los episodios no suelen aparecer movimientos ni vocalizaciones ya que no existe tono muscular. En el caso de que aparezca alguna palabra o grito indica el final de la pesadilla.
Pueden aparecer verbalizaciones y/o vocalizaciones por la presencia de tono muscular.
Al despertarse: sensación de miedo y ansiedad asociada al recuerdo de las imágenes oníricas.
Se experimenta una intensa ansiedad con gran activación autonómica.
Aparecen en la fase de sueño REM.
Aparecen en el sueño No REM (fases III y IV)
Suelen darse en la segunda mitad de la noche.
Se dan en la primera mitad de la noche.
Inicio entre los 3 y 6 años.
Inicio entre los 4 y 12 años.
Suelen remitir a medida que el niño se hace mayor.
Suelen desaparecer con el tiempo y normalmente no precisan tratamiento farmacológico.


Texto redactado por:
María Jesús Meneses Delgado
Perenquén GPI

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